lunes, 9 de enero de 2012

Moncayo (2.316 m.)


Ascenso por la vertiente sur, desde Cueva de Agreda

…cuando era niño y el viento soplaba recio y con fuerza, recuerdo que en mi pueblo los mayores decían: "sopla del Moncayo”. Mi fantasía infantil imaginaba un enorme agujero y una sofisticada maquinaria en la cumbre del Moncayo capaz de generar descomunales vientos que podían derribar árboles, hacer volar las tejas y tumbar las tapias del campo de fútbol, cosa que ocurrió en varias ocasiones…

   Pues bien,  esta última festividad de Reyes, el día en que se colman las fantasías de los niños, pude subir con unos amigos a la cumbre del Moncayo, casi a hurtadillas, y colarnos hasta la misma Sala de Máquinas donde se gestan todos los vientos…

6 de enero de 2012,

   En el Pirineo dan para hoy mucho viento y mal tiempo con lo cual cambiamos el plan inicial y nos marchamos al Moncayo donde la predicción es mejor. No obstante, la realidad fue bien distinta.

   Salimos de Zaragoza Daniel, Victor, Carlos y yo. En Lituénigo recogemos a Clara. El Moncayo se muestra cubierto de nubes negras y soplan rachas fuertes de viento frío. Ponemos rumbo a tierras sorianas bordeando el Moncayo por el oeste. Queremos ascender por su cara sur.

  Llegamos a Cueva de Agreda (1.306 m.) y aparcamos en la parte alta del pueblo. No hay un alma en las calles. El viento ulula por las esquinas y cae una fina lluvia. Salimos del coche y nos enfundamos rápidamente todas las capas de ropa que llevamos, cubiertos con capuchas y abrigados hasta las cejas.  Un lugareño aparece y nos saluda con un escueto “mal día habéis elegido para subir al monte”. Antes de poder responderle ya ha desaparecido.

  Emprendemos la marcha. Subiremos por la senda que coincide con el GR 86, nos parece la ruta más resguarda al transitar junto al cauce del río Tranmoncayo primero y por el fondo del “Barranco del Colludillo” después. Durante 15 minutos caminamos por un bosquecillo de rebollos y jaras pero pronto los árboles van despareciendo y la vegetación disminuye en porte. Avanzamos entre fuertes rachas de viento. A veces hay que detenerse para guardar el equilibrio y no caer.

   La consigna es clara: “avanzar hacia lo negro”. Pronto nos sumergimos entre las nubes, con baja visibilidad y con el cortante viento fustigándonos.  La senda está bien indicada con marcas blancas y rojas, llevamos varios GPS, vamos bien abrigados y sobre todo vamos cargados de buen humor, optimismo y con ganas de monte.

   Nuestro campo de visión se reduce a un círculo de unos 50 m. a nuestro alrededor. A mitad de camino aparece la silueta de un cilindro de un metro de diámetro junto al cauce del barranco. La escena es un poco irreal. Seguramente se trata de los restos del motor de un avión Hércules siniestrado en 1984, un trágico suceso que se añade a la fecunda crónica negra de esta montaña.

   Sobre la cota 2.000 encontramos nieve en el barranco. Se trata de hielo duro como el granito. Nos vemos obligados a abandonar la senda y subir por nuestra izquierda, con rumbo directo a la cumbre del Moncayo, que tenemos controlada en todo momento en el GPS.  El avance es un poco incómodo. Caminamos sobre enebros, matojos y tramos de pedreras.

   Pasada la cota 2.100 el suelo comienza a tornarse blanco. Las plantas rastreras se encuentran forradas de una gruesa capa de hielo cristalino. No necesitamos ponernos los crampones. Avanzamos sobre lo que se asemeja a un universo coralino de plantas solidificadas, frágiles como el vidrio, que se van quebrando con nuestros pasos.

   Cuando la capa de hielo comienza a ser uniforme y aumentar de espesor aparece entre la neblina la silueta de la cruz cimera, congelada y con grandes chupones helados. Ya estamos en la cima, como exangües siluetas a merced del viento.

   Vituperados entre fuertes ráfagas de viento helador hacemos unas fotos y nos acercamos al vértice. Hacemos el ritual del “salto grupal” y sin perder un instante nos vamos para abajo. La ropa húmeda que llevamos se congela. Hago una foto y se queda el objetivo atascado. Creo que ha entrado agua y se ha petrificado. Más tarde, en casa, con un secador de pelo y aire templado pude resucitar la cámara.

   Descendemos rápidos. A medida que perdemos altura vamos recuperando la sensibilidad de las manos. Es importante llevar siempre guantes secos de repuesto. En las proximidades de Cueva de Agreda incluso vemos el sol en un par de ocasiones.

  Llegamos al coche y Daniel nos tiene preparada una agradable sorpresa: una botella de sidra y un gran roscón de reyes, con la nata bien fresquita, del que no dejamos ni el agujero de en medio.  Brindamos, comemos y emprendemos el camino de regreso, parando antes a tomar un café en Tarazona y después dejar a a Clara en su casa.

  • Desnivel + acumulado: 1.028 m.
  • Horario total: 4,5 h.
  • Distancia recorrida: 11,4 km


Caras de frío


El aire arrecia. Vamos "hacia lo negro"


Cima. Donde se gestan los vientos


Cerca de Cueva de Agreda aparecen unos tímidos rayos de sol


Ya falta poco. Vamos entrando en calor


Track en google



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2 comentarios:

  1. Conozco muy bien esa zona, la subida a la cumbre no la he realizado nunca desde la cueva, pero abre subido por la senda, no menos de 20 veces, pescando en ese riachuelo. Si se baja en coche hasta la Dehesa, y se sube por otra senda, hay otra avioneta estrellada. Menudo día más malo, no es de entrañar que no encontrarais nadie en la calle, aunque en la Cueva no deben de vivir en invierno más de 50 personas. Saludos

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  2. Hola David:

    Nunca he estado en el Moncayo, pero parece que viste casi mas nieve o hielo que yo en el Espelunciecha. Eso si, yo tuve mas sol que tu en esa subida.

    A ver si coincidimos un dia por allá arriba.

    Un saludo

    Jorge

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